La brecha cambiaria es la diferencia entre el dólar oficial y el paralelo o “blue” . En economía, como en tantas otras cuestiones, no sólo importa la magnitud de los fenómenos, sino la velocidad a la que ocurren. Muchas veces la velocidad es extremadamente elevada y eso tiene sus consecuencias.
En este pais llegó al 25%. Hace seis meses, era de sólo 4%. En Venezuela, una economía que lo menos que se puede decir es que se encuentra en completo desorden, la brecha es del 50%. Sólo un conjunto de desaciertos puede conducir a una situación de este tipo cuando existe superávit comercial y abundantes reservas internacionales.
Como se preveía, la economía está desacelerándose. La creciente incertidumbre que vive la sociedad explica buena parte del fenómeno y también de lo que está ocurriendo con la inflación y cómo puede influir el nuevo desajuste cambiario.
Un correlato natural de esa situación sería que la inflación descendiera . Así ocurrió en 2009. Pero conforme a relevamientos oficiales de provincias, la inflación se ubica en el 23% anual. El impacto que esta situación pueda tener sobre los precios es todavía impreciso y depende, entre otras cosas, que esta brecha en el mercado cambiario se consolide.
Salvo una intervención enérgica de las autoridades monetarias, este nuevo precio del dólar paralelo llegó para quedarse.
Si eso ocurre habrá una fuente de presión inflacionaria, porque los agentes económicos tienden, en nuestro país, a referenciar sus ingresos en los dólares que pueden comprar y no en los que para ellos sólo son un número en una pizarra. Evidentemente hay indicios previos de una elevada y sólida inflación de expectativas.
Con este escenario como trasfondo, la peor noticia es un descontrol en el mercado de cambios . Es curioso, porque queriendo el gobierno evitar una devaluación, esta termina desatándose de la peor forma. Eso dejará ganadores y perdedores.
En los últimos 40 años casi medio centenar de países tuvieron en algún momento un mercado cambiario desdoblado (formalizado por el gobierno o no) en el que convivieron un tipo de cambio oficial y otro (u otros) paralelo.
El común denominador para el surgimiento de este sistema fue la relativa escasez de divisas (dólares) para cumplir con los compromisos comerciales y financieros con el exterior, producto de políticas económicas internas que generaron crecientes desequilibrios (fiscales y monetarios) y que se manifestaron bajo la forma de inflación.
Un estudio realizado en 1995 por los economistas Miguel Kiguel y Stephen OConnell tomó en cuenta el caso de 38 naciones que entre 1970 y 1990 tuvieron un mercado cambiario desdoblado. Entre ellos, los episodios de varios países latinoamericanos como la Argentina (desde 1981 y por ocho años), México (desde 1982 por cinco años) y Venezuela (desde 1983 y por seis años). La brecha promedio entre el dólar oficial y el paralelo en estos casos fue 44% para la Argentina, 30% en México y 120% en el caso de Venezuela.
Uno de los resultados más trascendentes que arrojó la investigación fue que la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo se suele ampliar a medida que crecen las restricciones a la compra de divisas (tanto para los importadores como para los ahorristas) y mientras mayor tiempo se mantenga el desdoblamiento cambiario.
No debería sorprender que la experiencia internacional indique que la clave para una reunificación exitosa del mercado cambiario pase precisamente por corregir el origen del problema: es decir, generar políticas económicas internas (en términos de nivel de gasto, impulso a la demanda agregada, emisión monetaria, etc) que sean consistentes con un tipo de cambio que garantice un resultado de la balanza de pagos, al menos, equilibrado. De otra forma, al poco tiempo, la inflación vuelve a revaluar el dólar devolviendo al país en la situación previa.
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